No perdamos más tiempo admirando la pelea de gallos que organizan amantes y detractores del diseño y la decoración, viendo como discuten sobre quién es más arquitecto y quién es más artista.
Tomemos la palabra, y el concepto, diseño. Afirmemos que proyectar es adecuar la forma a la función. Ahora pensemos en la decoración ¿no es su función fabricar un ambiente grato? ¿o sugerir una actitud como en los casos de un gimnasio o una oficina?
Si se diseñan los espacios en arquitectura, ¿por qué es un asunto menor diseñar los ambientes en la decoración?
Cuando nos ajustamos un pantalón vaquero, cuando nos acariciamos el cuello envolviéndolo en una bufanda, o cuando hundimos nuestras manos en la calidez de unos guantes, comprendemos, al instante, lo que es diseño y decoración, pegado a nuestro cuerpo.
Atrevámonos a soñar creando, o dejando que otros lo hagan, nuestra pequeña cueva sensorial en casa. Cambiemos: mi casa es mi castillo, por: mi casa es mi nido, mi pijama y mi almohada.
Permitidme ser ligeramente escandaloso y proponer, seguro que apoyado por el maestro, Bruno Munari, una forma de optimizar nuestra vida, dadme permiso para pedir la dictadura del confort.