Ando ahora con el día de cólera que Pérez Reverte noveló para explicarnos el dos de mayo de 1808. Escribe muy bien, y ya soy capaz de ponerle cara al teniente Ruiz, a Daoiz el cerebral y al impulsivo Velarde.
Me enardezco con la lectura y paseo por el salón, libro en mano, declamando en voz alta aquello de "Oigo, patria, tu aflicción, / y escucho el triste concierto / que forman, tocando a muerto, / la campana y el cañón".
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